Un estudio realizado por el Centro de Evaluación de Rosario (CER) determinó que las plantas sometidas a esta técnica eran capaces de producir fruta de buena calidad, incluso con mejor firmeza y acidez que la producida a través del método tradicional.
Los últimos años no han sido fáciles para los productores de kiwi, quienes además de sufrir con la PSA han debido lidiar con los efectos de la escasez hídrica en buena parte de su zona de producción, que se extiende entre la Región de Valparaíso y la de Los Ríos.
Esto, según los expertos, es un problema grave si se considera que una hectárea de esta especie necesita entre 8 mil y 10 mil metros cúbicos de agua para alcanzar un buen desarrollo.
Por lo mismo en el último tiempo los esfuerzos de la industria del kiwi han estado centrados en lograr producir fruta de buena calidad, pero usando menos agua.
Fue así como el Centro de Evaluación de Rosario (CER), con la colaboración de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción, llevó a cabo un proyecto que permitió evaluar durante tres años el comportamiento de las variedades soreli (amarilla) y hayward (verde) en un contexto de Riego Deficitario Controlado (RDC), una técnica que consiste en disminuir la entrega de agua a las especies vegetales por debajo de su demanda máxima en determinados estados fenológicos.
Diseñando las estrategias
La investigación, que fue financiada por un Fondo de Innovación para la Competitividad Regional (FIC) y apoyado por el Gobierno Regional de O’Higgins, se realizó en seis campos —cinco ubicados en la región de O’Higgins y uno en la de Ñuble—, que contaban con suelos franco arcillosos, de buena infiltración y drenaje.
Las pruebas de campo, que se extendieron a lo largo de las temporadas 2016-2017 y 2017-2018, contemplaron la aplicación de cuatro tratamientos de riego en distintos momentos de la campaña:
El primero correspondió al tratamiento control, donde el riego se realizó de forma tradicional. En el segundo y el tercero se disminuyó el riego en 50% tres y cinco semanas antes de la cosecha, respectivamente. En el cuarto, en tanto, el riego se suspendió completamente tres semanas antes de la cosecha.
Arturo Calderón, académico de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción y director de investigación del proyecto, justifica la elección del momento para llevar a cabo la restricción del riego en el hecho de que el kiwi es una especie que cuenta con dos peaks de crecimiento durante la temporada. El primero y más importante ocurre 60 días después de cuaja, es decir, entre fines de noviembre y fines de enero, dependiendo de la zona. El segundo, en tanto, se registra a fines de febrero o comienzos de marzo, cuando ya se ha definido cerca de un 60% a 70% del tamaño final del fruto.
“Por lo mismo, es en esta segunda parte, cuando hay menos riesgo, que se realiza la interrupción del riego”, asegura.
Los resultados
Si bien Calderón reconoce que en términos generales el ahorro de agua que se puede lograr con este método —que solo se puede realizar por un máximo de 5 semanas— es marginal, destaca que la medida puede transformarse en una interesante alternativa para enfrentar periodos específicos de escasez.
“En este caso, el agua deja de entregarse en febrero y marzo, periodo en el que suele haber alta escasez en el país. De hecho, durante esa época se pueden conseguir ahorros de entre 50% y 100% de agua”, afirma.
El académico destaca también que pese a que en el estudio se usaron tratamientos que restringían en distintos niveles la entrega de agua a las plantas, los datos correspondientes a las características de los frutos obtenidos fueron bastante similares —e incluso mejores— que los de los kiwis producidos a través del método tradicional.
En ese sentido, Arturo Calderón destaca los números mostrados por el tratamiento 4 (T4) tanto en soreli como hayward.
En soreli, por ejemplo, se lograron mejoras respecto del tratamiento de control en algunos índices de alta importancia para el kiwi como los grados brix, que aumentaron de 8.1° a 10°; y porcentaje de materia seca, que pasó de 16.2 a 16.8%.
En el caso de la firmeza, los valores no variaron significativamente. Incluso la marca del tratamiento de control, que llegó a 13 (lb), fue mayor a la del T4, que anotó 12,5 (lb).
En hayward los resultados fueron similares. En el caso de los grados brix y porcentaje de materia seca, el T4 alcanzó mejores resultados (7.7° y 16.7%) que los registrados por el tratamiento de control (6.9° y 16.3%).
Respecto de la firmeza, los valores registrados por los cuatro tratamientos fueron casi iguales, registrando cifras que oscilaron entre 17.4 (lb) y 17.7 (lb).
La prueba del sabor
La segunda parte de la evaluación estuvo cargo de un panel de expertos, que se dedicó a probar y constatar las características organolépticas de la fruta obtenida de los huertos estudiados.
“Antes de llegar al panel, la fruta fue sujeta a las mismas condiciones de embalaje y de viaje que experimentan los productos que terminan en el mercado con un período de poscosecha de 30, 45 y 90 días. Posterior a esto, fue derivada al panel para que este evaluara la calidad organoléptica del fruto”, explica Catalina Atenas, directora de la actividad de evaluación y personera del CER.
Los resultados de esta prueba reflejaron que los kiwis de las variedades hayward y soreli sometidos a RDC tenían una mayor aceptabilidad que aquellos que recibieron riego normal, debido a que según los expertos presentaban una mayor dureza y acidez.
“Esta mejor aceptación se explica porque uno de los principales problemas del kiwi chileno radica en su rápido ablandamiento poscosecha. Algo que en este caso no ocurrió”, puntualiza la directora del proyecto.